viernes, 25 de abril de 2014

LA CRISIS


La crisis, la famosa crisis que llevamos soportando varios años, y lo que nos queda. 

 Lo malo no es que acabe con el trabajo, la economía de muchos hogares y los derechos ganados hasta ahora con el esfuerzo de nuestros padres y abuelos, no, lo peor de todo es que acaba con la esperanza y el ánimo de la gente. Y eso es un efecto a muy largo plazo, que no hace sino agravar las cosas.

¿Cómo explicarle a una persona de cincuenta y pico en el paro, sin esperanzas de encontrar un trabajo y si derecho a cobrar el subsidio que hay una salida del túnel?. ¿Cómo le hacemos entender a un joven con su primer empleo precario que debe luchar por exigir sus derechos y no conformarse con que le exploten vilmente a cambio de un salario ínfimo? ¿Cómo va a creer un anciano ya jubilado que se ve obligado a mantener con su miserable pensión no sólo a sus hijos, sino también a sus nietos, que hay un futuro mejor? No se lo creen, y razones tienen.

Pero el problema es precisamente ése, pensar que no podemos cambiar nada cuando en nuestra mano está el cambiarlo todo.
Estamos muy acomodados porque desde hace unas cuantas generaciones hemos vivido muy bien sin valorar los esfuerzos realizados por nuestros padres y abuelos para conseguir todos esos derechos que hasta ahora considerábamos como normales, porque nunca tuvimos que pelear por ellos. Hasta que llegó la crisis y empezaron a quitarnos lo ganado, no sé si por el derroche de los anteriores o por los recortes de los actuales, pero ahí está.

Todo el mundo se queja en los bares, en los autobuses y en el Facebook, pero nadie quiere salir a la calle para manifestarse, pelearse y exigir por las buenas o por las malas el restablecimiento de ese Estado del bienestar del que tanto se hablaba hace unos años. Y si para eso hace falta echar a la calle y renovar a todos los políticos corruptos, pues habrá que hacerlo. Lo que no es normal es que ahora todo el mundo acepte con la cabeza gacha que le obliguen a echar más horas en el trabajo por menos sueldo, que les puedan echar a la calle con una indemnización más baja y alegando unas pérdidas que no existen. Que se tengan que ir a la calle cientos de trabajadores mientras sus empresas siguen teniendo beneficios y repartiéndolos entre accionistas y directivos a base de primas e incentivos escandalosos, y con el gobierno silbando  y mirando para otro lado.


No podemos seguir bajándonos los pantalones así, dejando que los políticos y empresarios avancen a costa de hacernos retroceder a nosotros, no puede seguir siendo así. Nuestra mentalidad tiene que cambiar, para lo bueno y para lo malo. Hay que ser más exigentes, y también más trabajadores. Si nos piden un esfuerzo en épocas malas hay que hacerlo, que el que nos da de comer está en su derecho y es a favor de todos. Pero cuando la cosa mejora también debemos tener la capacidad de exigir ese esfuerzo a la otra parte, que nos compense lo perdido en los años malos,  y no lo que pasa ahora, que lo perdido perdido está.

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