LA
CRISIS
La crisis, la famosa crisis que llevamos soportando
varios años, y lo que nos queda.
Lo malo no es que
acabe con el trabajo, la economía de muchos hogares y los derechos ganados
hasta ahora con el esfuerzo de nuestros padres y abuelos, no, lo peor de todo
es que acaba con la esperanza y el ánimo de la gente. Y eso es un efecto a muy
largo plazo, que no hace sino agravar las cosas.
¿Cómo explicarle a una persona de cincuenta y pico en el
paro, sin esperanzas de encontrar un trabajo y si derecho a cobrar el subsidio
que hay una salida del túnel?. ¿Cómo le hacemos entender a un joven con su
primer empleo precario que debe luchar por exigir sus derechos y no conformarse
con que le exploten vilmente a cambio de un salario ínfimo? ¿Cómo va a creer un
anciano ya jubilado que se ve obligado a mantener con su miserable pensión no
sólo a sus hijos, sino también a sus nietos, que hay un futuro mejor? No se lo
creen, y razones tienen.
Pero el problema es precisamente ése, pensar que no
podemos cambiar nada cuando en nuestra mano está el cambiarlo todo.
Estamos muy acomodados porque desde hace unas cuantas
generaciones hemos vivido muy bien sin valorar los esfuerzos realizados por
nuestros padres y abuelos para conseguir todos esos derechos que hasta ahora
considerábamos como normales, porque nunca tuvimos que pelear por ellos. Hasta
que llegó la crisis y empezaron a quitarnos lo ganado, no sé si por el derroche
de los anteriores o por los recortes de los actuales, pero ahí está.
Todo el mundo se queja en los bares, en los autobuses y
en el Facebook, pero nadie quiere salir a la calle para manifestarse, pelearse
y exigir por las buenas o por las malas el restablecimiento de ese Estado del
bienestar del que tanto se hablaba hace unos años. Y si para eso hace falta
echar a la calle y renovar a todos los políticos corruptos, pues habrá que
hacerlo. Lo que no es normal es que ahora todo el mundo acepte con la cabeza
gacha que le obliguen a echar más horas en el trabajo por menos sueldo, que les
puedan echar a la calle con una indemnización más baja y alegando unas pérdidas
que no existen. Que se tengan que ir a la calle cientos de trabajadores
mientras sus empresas siguen teniendo beneficios y repartiéndolos entre
accionistas y directivos a base de primas e incentivos escandalosos, y con el
gobierno silbando y mirando para otro
lado.
No podemos seguir bajándonos los pantalones así, dejando
que los políticos y empresarios avancen a costa de hacernos retroceder a
nosotros, no puede seguir siendo así. Nuestra mentalidad tiene que cambiar,
para lo bueno y para lo malo. Hay que ser más exigentes, y también más
trabajadores. Si nos piden un esfuerzo en épocas malas hay que hacerlo, que el
que nos da de comer está en su derecho y es a favor de todos. Pero cuando la
cosa mejora también debemos tener la capacidad de exigir ese esfuerzo a la otra
parte, que nos compense lo perdido en los años malos, y no lo que pasa ahora, que lo perdido
perdido está.

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